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Pequena Muerte
Venus
Envolverse en seda rosa, es ser un querubín por fuera y una casi diosa por dentro, rodeada de luz hecha nubes, de tela con sabor a besos y vaho de saliva dulce, del que se suelta luego de lamer una paleta de corazón. Ese día floté sobre mis propios deseos, viví la fantasía de ser el destello húmedo de antes. Alguna vez escuché que mi cuerpo era lo opuesto al de un ángel de algodón, que mi piel a veces morena y otras veces blanca era responsable de una distracción perpetua. Me recuerdo así, como una habitante de Venus que se confunde entre siluetas de encaje. Ahora no me encuentro ni en la mujer querubín, ni en la femme que regresa a su erotismo, tengo la certeza que ambas murieron el día en que un bisturí desinfectado abrió siete capas de piel para poder escuchar el grito de vida que ahora se volvió un himno de amor.Me huele a distancia cuando recuerdo lo que es sentir ese cuerpo gestante tan fértil, y tan pesado, tan asimétrico y tan mío. Veo mi cuerpo y me parece que esa es otra vida, otra Melissa, en donde los polvos de brillos caían de mis pómulos hacia mis hombros y pechos. Penetra en mí, la humedad de nostalgia que lleva consigo el pensamiento de ese espacio, cama, tela rodeándome, abrazándome y sujetando mi llanto, porque entendía que un cambio se dejaba venir. Mudé de piel y de planeta. Busco reconocerme entre los lunares que se movieron cuando mi piel se estiró, en las estrías que indican el ajuste de territorio que mi luz interna ha conquistado. Busco que mis M's quepan en un mismo cuerpo.
Textos de @massushiquemelissa
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